San Pablo
2019

Escondidas detrás de la espesura. Esperando el zarpazo, algo que interrumpa desde la bruma. Apenas se divisa alguna silueta. El ruido de las hojas y del mar es lo único reconocible.

Ondulante y misterioso el gris invade y sólo espera el miedo.

Desdibujada, en territorio movedizo aprendo a caminar. Sólo en el agua tengo éxito. Mi transformación es inminente.

Sumergida dentro de una naranja, su pulpa cristalina me llevó al origen. ¿de dónde vengo?,¿adónde voy?. Con una luz difusa en ese instante mis alas líquidas comenzaron a crecer. No estoy sola en esta inmersión. Mi reflejo estaba ahí y me vi.

Cielo y tierra, el monstruo de piedra asoma en el horizonte perdido. El vaivén del agua que acaricia la piedra preciosa, pule con suavidad la tozudez del gigante.

Me romperé en mil pedazos. Eso sentía desde lo alto de la minúscula isla. ¿Qué veo? Un laberinto marino cambiante, que hipnotiza y guía al azul profundo.

Se esconde y adopta formas diversas. Siempre sorprende. Aferrada a la vida de otro ser, teje su trampa majestuosa y espera. Desde lo alto escucha el bullicio de las aguas que pasan en su recorrido furioso y atraviesan luz y oscuridad. Pronto llegará el alimento o la muerte.

“Descanso, contemplación. La brisa cálida apenas interrumpe el placer de pensar en nada y el vacío llega a penetrar en las olas. Quedan huecos de tiempo y espacio para ser usurpados por nuevas ideas que se mecen como arrastradas por el viento hasta llegar a destino y descansar al sol.

Vuelve el movimiento a repetirse, el ciclo se reanuda, se despierta, abre los ojos, se viste de rojo y descalzo, ya en la playa, vende frutillas de hielo”.