En la casa de mamá hay roperos y en la mía hay placares. En los roperos hay recuerdos con olor a naftalina y secretos en los estantes de las sábanas almidonadas. En esos roperos jugué y lloré tapada con largos sobretodos. Aparecí en un jardín poblado de maleza y de seres que jugaban como yo y encontré un amigo perdido.
En mis placares hay otro orden. No hay olor. No hay lugar para ocultarse, todo se ve, se muestra.No hay recuerdos, ni guardan secretos. Son nuevos. Esperarán visitantes, tal vez. Por ahora son sólo espacios de guardado a la espera de algún nuevo habitar.